sábado, 5 de mayo de 2012

El Oso, la Mona y el Cerdo

Un oso, con que la vida
ganaba un piamontes,
la no muy bien aprendida
danza, ensayaba en dos piés.
queriendo hacer de persona,
dijo a una mona: "¿Qué tal?"
Era perita la mona,
y respondióle: "Muy mal."
"Yo creo, replicó el oso,
que me haces poco favor.
¡Pues qué! ¿mi aire no es garboso?
¿No hago el paso con primor?"
Estaba el cerdo presente,
y dijo: "¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín mas excelente
no se ha visto ni verá."
Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:
"Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar:
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar."
Guarde para su regalo
esta sentencia un autor:
si el sabio no aprueba, malo;
si el necio aplaude, peor.

miércoles, 11 de abril de 2012

Cinco Perlas de Sabiduría Escocesa


  1. El dinero no compra la felicidad pero, por alguna razón, es mas cómodo llorar en un Mercedes Benz que hacerlo en una bicicleta.
  2. Perdona a tu enemigo pero recuerda el nombre del bastardo.
  3. Ayuda a un hombre cuando este en problemas y te recordara cuando vuelva a estar en problemas.
  4. Mucha gente esta con vida sólo porque es ilegal darle un tiro,
  5. El alcohol no resuelve ningún problema, pero bueno, la leche tampoco lo hace.

Los Principios del Acecho


 Lo que es llamado acecho, no es nada más (ni nada menos) que el control estratégico de la propia conducta, el acechador más que alejarse del entorno social ordinario, se queda en él, en el centro mismo de la acción y lo utiliza para templar su espíritu y llevarse a sí mismo más allá de los límites de su historia personal, la clave de este proceso es conseguir la “actitud justa”.


Preceptos del Acecho
1. Un acechador toma el mundo como un misterio sin fin.
2. El acechador tratará de descifrar esos misterios a sabiendas que no tiene la más mínima posibilidad de lograrlo.
3. Considera cada batalla de vida o muerte.
4. Cuando sientas que la situación está a punto de rebasarte, descansa, olvídate de ti mismo, sólo entonces las fuerzas que nos guían te mostrarán el camino.
5. No te dejes llevar por la corriente. Cuando se topan con una fuerza superior, los guerreros se retiran por un momento.
6. Los guerreros comprimen el tiempo, cada segundo cuenta.
7. Un acechador jamás deja ver su juego. No se pone al frente de nada.

Las cuatro disposiciones del Acecho
1. No tener compasión. Empieza por el hecho de no tener compasión de uno mismo, y se aplica a todo lo demás. La compasión no es más que una de las variables de la importancia personal. No tiene nada que ver con ser grosero.
2. Ser astuto. Es un tipo de sagacidad más cercana a la intuición que a la inteligencia. No tiene nada que ver con la crueldad.
3. Tener paciencia. No querer terminar nada antes de tiempo. Dar a cada cosa su momento justo. Hay que tener paciencia pero ser muy activo. No tiene nada que ver con la negligencia.
4. Ser simpático. No tomarse demasiado en serio, el poder reírse de sí mismo, le permite al guerrero ser gentil, encantador y al mismo tiempo aniquilador. Nada tiene que ver con ser estúpido.

El Valor de las Cosas

En el antiguo y lejano oriente, un hombre fue en busca del sabio
-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:

-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

-E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

-Bien- asintió el maestro.

Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió.

Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.

Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.

-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.

El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

-¡¿58 monedas?!-exclamó el joven.

--replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…

El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

El "Buen" Pastor

"Hay una historia oriental que habla acerca de un mago muy rico que tenía muchas ovejas. Pero al mismo tiempo este mago era muy malvado. No quería contratar pastores, ni quería levantar una cerca alrededor de la pradera donde pastaban sus ovejas. A consecuencia de esto las ovejas a menudo se perdían en el bosque, caían en cañadas y demás, y sobre todo se escapaban, porque sabían que el mago quería su carne y sus pieles y esto no los gustaba.

Al fin el mago encontró un remedio. Hipnotizó a sus ovejas y les hizo creer primero que nada que eran inmortales y que no se les estaba haciendo ningún daño cuando les quitaban la piel, que, al contrario, sería muy bueno para ellas e incluso placentero; en segundo lugar les hizo creer que el mago era un buen amo que amaba a su rebaño tanto que estaba listo para hacer cualquier cosa en el mundo por él; y en tercer lugar les hizo creer que si algo les fuera a ocurrir no les iba a pasar en ese momento, en cualquier caso no ese día, y por lo tanto no tenían necesidad de pensar acerca de ello. El mago incluso les hizo creer que eran leones, a otros que eran águilas, a otros que eran hombres, y a otros que eran magos.

Y después de esto todas sus preocupaciones acerca de las ovejas llegaron a su fin. Nunca más escaparon sino que tranquilamente esperaban el momento en que el mago requiriera de su carne y su piel".

(G.Gurdjieff)

Fabulilla

-¡Ay! - decía el ratón - El mundo se vuelve cada día más pequeño. Primero era tan ancho que Yo tenia miedo, seguía adelante y me sentía feliz al ver la lejanía, a derecha e izquierda, algunos muros, pero esos largos muros se precipitan tan velozmente los unos contra los otros, que ya estoy en el ultimo cuarto, y allí, en el rincón, está la trampa hacia la cual voy.

-Solo tienes que cambiar la dirección de tu marcha - dijo el gato, y se lo comió.

(Franz Kafka)

El Niño Indefenso «Historias del Señor Keuner»


Hablando en cierta ocasión del vicio que suponía el hecho de sufrir en silencio la injusticia, relató el señor K. la siguiente historia:



 
Un transeúnte preguntó a un niño que lloraba amargamente por la razón de su congoja:

Había logrado reunir dos monedas para ir al cine, pero vino un chico y me arrebató una ―explicó el niño, señalando a un muchacho que estaba a cierta distancia.

¿Y no pediste auxilio?

Claro que sí ―contestó el niño, y sus sollozos se hicieron aún más intensos.

¿Nadie te oyó? ― siguió preguntando el hombre, acariciando tiernamente al muchacho.

No ―sollozó el niño.

¿Es que no puedes gritar con más fuerza? ―preguntó el hombre―. En ese caso, dame también la otra.

Y quitándole la última moneda de la mano, el hombre siguió tranquilamente su camino.

(Bertolt Brecht)

Si los Tiburones fueran Hombres. «Historias del Señor Keuner».

-Si los tiburones fueran hombres -le preguntó al señor K. la hijita de su casera- ¿serían más buenos con los pececitos? -Claro que sí -dijo él-.

Si los tiburones fueran hombres, harían construir en el mar enormes cajas para los peces pequeños y las llenarían de alimentos, tanto vegetales como animales. Se preocuparían que el agua de las cajas se renovara continuamente y, en general, adoptarían todo tipo de medidas sanitarias. Si, por ejemplo, un pececillo se lesionara alguna aleta, en seguida le aplicarían un vendaje para que no muriera antes que lo dispusieran los tiburones. Para que los pececillos no se pusiesen melancólicos, de vez en cuando organizarían grandes fiestas acuáticas pues los pececillos alegres son más sabrosos que los melancólicos. Por supuesto que también habría escuelas en esas grandes cajas. En esas escuelas, se enseñaría a los pececillos a entrar en las fauces de los tiburones. Se les enseñaría, por ejemplo, geografía, para que supieran dónde encontrar a los grandes tiburones que andan holgazaneando por ahí. Lo fundamental sería, claro está, la formación moral de los pececillos. Les enseñarían, por ejemplo, que no hay nada más hermoso y sublime que un pececillo se inmole alegremente, y que todos ellos deberían creer en los tiburones, sobre todo cuando éstos prometan que ellos se encargarán que su porvenir sea hermoso. Se inculcaría a los pececillos que ese futuro sólo estaría asegurado para los pececillos que aprendan a obedecer. Tendrían que guardarse bien de cualquier propensión baja, materialista, egoísta y marxista, y comunicar en seguida a los tiburones si veían que en alguno de ellos se manifestaba alguna de estas tendencias.

Si los tiburones fueran hombres, lógicamente que también se harían la guerra unos a otros para conquistar cajas y pececillos extranjeros. Y enviarían a combatir a sus propios pececillos. Les enseñarían que entre ellos y los pececillos de otros tiburones hay una enorme diferencia. "Como se sabe -les dirían- Los pececillos son mudos, pero callan en idiomas muy distintos y por eso les resultará imposible entenderse". A cada pececillo que, en la guerra, matara a unos cuantos pececillos enemigos, de los que callan en otro idioma, le otorgarían una pequeña condecoración de algas marinas y le darían el título de héroe.

Si los tiburones fueran hombres, también tendrían arte, naturalmente. Habría hermosos cuadros en los que se representarían los dientes de los tiburones en bellísimos colores y sus fauces como puros jardines de placer en los que se podía retozar deliciosamente. Los teatros en el fondo del mar mostrarían una serie de heroicos y valerosos pececillos entrando entusiasmados en las fauces de los tiburones, y la música sería tan bella que, a sus sones y precedidos por la orquesta, los pececillos se precipitarían ensoñadoramente en la garganta de los tiburones, arrullados por los más encantadores pensamientos. También habría una religión si los tiburones fueran hombres. Esa religión enseñaría que los pececillos sólo empiezan a vivir verdaderamente en el estómago de los tiburones. Por otra parte, si los tiburones fueran hombres, los pececillos dejarían de ser todos iguales como ahora lo son. Algunos de ellos obtendrían cargos relevantes y quedarían por encima de los otros. Aquellos que fueran un poco más grandes hasta podrían comerse a los más pequeños. Esto sería más cómodo para los tiburones, que así podrían comerse con más frecuencia bocados mayores. Los pececillos más grandes, aquellos que desempeñaran puestos, velarían por que reinase el orden entre los más pequeños, y llegarían a ser maestros, oficiales e ingenieros constructores de cajas, etc... En resumen, surgiría una civilización en los mares, si los tiburones fueran hombres .

(Bertolt Brecht)

Los 11 principios de la propaganda - Josef Goebbels [conoce a tu enemigo]


  1. Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
  2. Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
  3. Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. «Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan».
  4. Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
  5. Principio de la vulgarización. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
  6. Principio de orquestación. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: «Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad».
  7. Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
  8. Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
  9. Principio de la silenciación. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
  10. Principio de la transfusión. Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
  11. Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente de que piensa «como todo el mundo», creando una falsa impresión de unanimidad.

Letrilla (1581)

Da bienes Fortuna
que no están escritos:
cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.

¡Cuán diversas sendas
se suelen seguir
en el repartir
honras y haciendas!
A unos da encomiendas,
a otros sambenitos.
cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.

A veces despoja
de choza y apero
al mayor cabrero;
y a quien se le antoja
la cabra más coja
parió dos cabritos.
cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.

En gustos de amores
suele traer bonanza
y en breve mudanza
los vuelve en dolores.
No da a uno favores,
y a otro infinitos.
cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.

Porque en una aldea
un pobre mancebo
hurtó sólo un huevo,
al sol bambolea;
y otro se pasea
con cien mil delitos.
cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.

Luis de Góngora y Argote (1561–1627)

Poderoso Caballero es Don Dinero (Letrilla satírica)

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
De continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.


Nace en las Indias honrado,
Donde el Mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.


Es galán, y es como un oro,
Tiene quebrado el color,
Persona de gran valor,
Tan Cristiano como Moro.
Pues que da y quita el decoro
Y quebranta cualquier fuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.


Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al duque y al ganadero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.


Mas ¿a quién no maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo menos de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
Y al cobarde hace guerrero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.


Sus escudos de Armas nobles
Son siempre tan principales,
Que sin sus Escudos Reales
No hay Escudos de armas dobles.
Y pues a los mismos robles
Da codicia su minero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.


Por importar en los tratos
Y dar tan buenos consejos,
En las Casas de los viejos
Gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos
Y ablanda al juez más severo,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.


Y es tanta su majestad
(Aunque son sus duelos hartos),
Que con haberle hecho cuartos,
No pierde su autoridad.
Pero pues da calidad
Al noble y al pordiosero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.


Nunca vi Damas ingratas
A su gusto y afición,
Que a las caras de un doblón
Hacen sus caras baratas.
Y pues las hace bravatas
Desde una bolsa de cuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra,
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Y pues al pobre le entierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

Francisco de Quevedo y Villegas
(17 de septiembre de 1580 - 8 de septiembre de 1645)

martes, 10 de abril de 2012

Tabula Smaragdina


VERBA SECRETORUM HERMETIS.



Es verdadero, verdadero, sin duda y cierto:

Lo de abajo se iguala a lo de arriba, y lo de arriba a lo de abajo, para consumación de los milagros de Uno.

Y lo mismo que todas las cosas vienen del Uno, por la meditación sobre el Uno, así todas las cosas han nacido de esa cosa única, por modificación.
 

Su padre es el Sol, su madre la Luna, el Viento lo ha llevado en su vientre; la Tierra es su nodriza.
 
Es el padre de todas las maravillas del mundo entero. Su fuerza es orbicular, cuando se ha transformado en Tierra.
 
Separarás la Tierra del Fuego, lo sutil de lo grosero, suavemente y con gran entendimiento.
 
Asciende de la Tierra al Cielo y vuelve a descender a la Tierra, recogiendo la fuerza de las cosas superiores e inferiores.
 
Tendrás toda la gloria del mundo, y las tinieblas se alejarán de ti.
 
Esta es la fuerza de fuerzas, pues vencerá todo lo sutil y atravesara lo solido.
 
Así se creo el mundo.
 
He aquí la fuente de las admirables transmutaciones y aplicaciones indicadas aquí.
 
Por eso me llaman Hermes Trismegisto, porque poseo las tres partes de la sabiduría universal.






En el principio sólo el Caos