domingo, 30 de junio de 2013

DE LOS MEDIOS ADICIONALES DE OBSERVACIÓN DE SÍ - "SOBRE LAS ENSEÑANZAS DE GURDJIEFF Y OUSPENSKY" Maurice Nicoll


¿Nota usted qué diferencia hay entre su propia vida y la vida en general? ¿Qué quiere decir con el término mi vida, como cuando dice: "Mi vida fue una vida feliz" o "Mi vida fue una vida desdichada"? ¿Quiere decir "que las cosas exteriores fueron agradables o no, o que las cosas interiores, que sus estados de ánimo y sentimientos fueron agradables o no? Estará de acuerdo conmigo «en que a veces una persona que goza de una buena situación externa en la vida con suficiente dinero y con buen ambiente, y sin sufrir desdicha alguna, etc., es desdichada y miserable, y por otra parte una persona en circunstancias muy diferentes y aun adversas, es muchas veces todo lo contrario. Examinemos esta situación más detenidamente. ¿Qué es nuestra vida; esta cosa de la que hablamos con tanta volubilidad sin darnos cuenta de lo que es en realidad? Cuando las gentes desean contamos gratuitamente la historia de su vida, ¿a qué se refieren en realidad? Hablan de eventos, de otra gente, de cosas externas. Pero nuestra vida consiste de dos cosas distintas, que para los fines de la observación de sí deben comprenderse.

Nuestra vida consiste no sólo de eventos, sino de estados. Los estados son interiores y los eventos exteriores. Los estados son estados de uno mismo, es decir, estados interiores, tales como las malas disposiciones, el hábito de preocuparse, los hábitos de temor y superstición, presentimientos, depresión, por una parte, o, por la otra, estados mejores, estados de sentirse feliz, estados de gozo y misericordia. Están en uno —es decir, todos los estados son estados de uno mismo. Los eventos son exteriores y nos llegan de fuera. Ahora bien, el estado interior puede corresponder a un evento exterior, o puede ser provocado por él o no tener relación alguna con él. Pero, ante todo, es preciso comprender que los estados y los eventos son dos cosas diferentes, antes de pensar de qué modo se relacionan entre sí. Tomemos, por ejemplo, un suceso agradable. ¿Acaso su estado interior corresponde a este suceso? ¿Puede decir de supuro que cuando tuvo lugar el evento exterior su estado interior le correspondía? Sabe que va a suceder algún evento deseable y lo está esperando. ¿Puede decir que cuando tuvo lugar, su estado interior lo recibió de un modo feliz? ¿O admite que, aunque el evento tenga lugar tal como lo esperaba, con frecuencia falta algo? ¿Qué es lo que falta? Lo que falta es el correspondiente estado interior que debía combinarse, por así decirlo, con el evento exterior que se esperaba con tanta impaciencia. Y, como todos ustedes probablemente saben, por lo general el evento que no se esperaba en absoluto es el que nos proporciona nuestros mejores momentos.
Ahora expongamos esta idea: La correspondencia de los estados interiores con los eventos exteriores. A menos de estar en un estado apropiado no es posible combinarlo correctamente con el evento feliz. Sin embargo la gente, al pensar en su vida, se inclina a creer que está constituida sólo de eventos exteriores y que si cierto número de eventos exteriores de una clase u otra les hubiera o no sucedido, su vida habría sido desdichada. Pero la capacidad de una persona para la vida depende de su desarrollo interior, de la calidad de sus estados interiores. Porque internamente, en lo que concierne a nuestros estados, está el aparato para vivir, y si este aparato, por ejemplo, está abrumado por la compasión de sí y las preocupaciones y otras emociones negativas, no importa cuan deleitables sean los eventos exteriores, nada puede suceder con propiedad, simplemente porque el aparato para vivir —es decir, la persona en si— está en una completa incapacidad de combinarse de un modo afortunado con tales eventos que, provenientes de la vida exterior, podrían producirle placer y deleite. Una persona piensa efectuar un viaje al extranjero y cuando éste tiene lugar, es un evento. Pero puede ser tan mezquina, tan preocupada por las pequeñas cosas carentes de importancia, etc., que todo el viaje no es sino un desastre. Y en tal caso el estado interior del hombre es el culpable. Por eso si nos preguntamos en qué consiste nuestra vida, no podemos decir que consiste meramente de eventos, pues consiste en mucho mayor grado de estados. Supongamos que un hombre, cuyo principal placer es ser pesimista y melancólico, le dice que la vida es un mal negocio y no merece vivirse, ¿supone acaso que esto se debe a una falta de eventos apropiados o a los estados interiores del hombre? ¿Puede creer que invitándolo a una alegre fiesta lo hará cambiar? La enfermedad está en el hombre mismo y todos los días vemos a gentes que hacen su propia vida y la vida de los otros miserables debido a sus perversos estados interiores.
Ahora bien, en la observación de sí, es menester distinguir entre los eventos exteriores y los estados interiores y observar dónde se está situado, tanto en relación con el estado interior como con la naturaleza del evento exterior. Los eventos exteriores son de cualquier clase. La vida exterior no es una suave hoja de papel sobre la cual nos arrastramos como hormigas. Está llena de sierras y valles, de buen tiempo y mal tiempo. Esta es la naturaleza de la vida pero, por regla general, todos los sucesos que consideramos excepcionales, o al menos desagradables, son la enfermedad, la guerra, etc. La vida es una serie de diferentes acontecimientos que se suceden, en mayor o menor escala, y salen al encuentro del hombre, y cada acontecimiento posee su naturaleza especial. Y los estados interiores son asimismo de distinta clase. Todo el trabajo personal se refiere a los estados interiores y ya habrán oído hablar de los estados equivocados que. es preciso modificar y no identificarse con ellos. Si ustedes trabajan sobre estos estados equivocados y tratan de apartarse de ellos, entonces los sucesos desagradables de la vida no los tocarán, por así decirlo, con tanta facilidad, y no les extraerán su fuerza. Los eventos son influencias que cambian a cada momento en sus variadas combinaciones; algunos son mejores que otros, pero en este nivel inferior del universo donde estamos todos deben aceptarse conscientemente, aunque algunos de ellos son muy peligrosos y es menester no identificarse con ellos de ninguna manera. De lo que se acaba de decir, queda claro que se debe considerar la vida como una sucesión de estados interiores, y una verdadera historia de nuestra vida debe ser una historia de esos estados y en especial de nuestras emociones negativas. Vivir empero en este amplio mundo interno sólo accesible a cada persona a través de la observación de sí y siempre invisible a los demás es el peor crimen que se pueda cometer. Por eso este trabajo empieza con la observación de sí y el descubrimiento de los estados equivocados en uno mismo y con el trabajo para contrarrestarlos. De este modo la vida interior se purifica y puesto que ella atrae nuestra vida exterior, debido al cambio de nuestros estados interiores, al no alimentar a unos y al alimentar a otros, alteramos asimismo no sólo nuestra relación con los eventos provenientes del exterior sino también con la naturaleza de los eventos que nos llegan día tras día. Sólo de este modo podemos cambiar la naturaleza de los sucesos que nos ocurren. No podemos cambiarlos directamente, pero podemos cambiarlos a través de los estados cambiantes, es decir, empezando a poner orden en la desordenada casa donde vivimos. No son los sucesos cotidianos los que tienen importancia como haber perdido algo o que algo le haya ido mal o que alguien lo haya olvidado o le haya hablado con grosería, sino su reacción a todos ellos, es decir, en qué estado de sí estaba usted, pues es allí donde radica su verdadera vida y si sus estados interiores eran apropiados nada en la naturaleza de los estados exteriores puede dominarlo. Trate pues de distinguir, como ejercicio para vivir más conscientemente, entre los estados interiores y los eventos exteriores, y trate de enfrentarse con cualquier suceso exterior, después de haber observado su naturaleza, con la actitud interior apropiada, con el estado apropiado. Si no puede, reflexione luego acerca de ello. En primer lugar, trate de definir la naturaleza del evento y observe si ese género de evento le sucede a menudo y trate de examinarlo más claramente en términos tales como "Esto se llama llegar tarde" o "Esto se llama perder cosas" o "Esto se llama recibir malas noticias" o "Esto se llama sorpresa desagradable" o "Esto se llama trabajo duro" o "Esto se llama estar enfermo". Empiece de esta manera sencilla y pronto verá cuan diferentes son los sucesos personales, y cómo nuestra vida exterior está cambiando todo el tiempo, y lo que no podía hacer en cierto momento, lo puede hacer en otro. Porque los eventos se asemejan al abrir y cerrar de las puertas. Entonces será capaz de ver, respecto de los pequeños sucesos de la vida cotidiana, qué eventos fueron parcialmente provocados por usted, y qué eventos son accidentales, y así sucesivamente. Luego reflexione sobre su estado y en qué estado se enfrenta usted con algún evento característico y si ese estado es el instrumento apropiado que es preciso usar, el billete apropiado que es preciso ofrecer, el método idóneo que es preciso emplear para ese suceso. Respecto de muchos eventos es menester aprender a ser pasivo, por ejemplo, no reaccionar en absoluto, no hacer nada. Mas la pasividad exige una fuerte actividad interior de conciencia, para impedir que cualquier reacción mecánica tenga lugar cuando el evento, al entrar como una impresión mecánica, toque la maquinaria puramente asociativa de la mente y el sentimiento que equivocadamente consideramos como nosotros mismos.

sábado, 5 de mayo de 2012

El Oso, la Mona y el Cerdo

Un oso, con que la vida
ganaba un piamontes,
la no muy bien aprendida
danza, ensayaba en dos piés.
queriendo hacer de persona,
dijo a una mona: "¿Qué tal?"
Era perita la mona,
y respondióle: "Muy mal."
"Yo creo, replicó el oso,
que me haces poco favor.
¡Pues qué! ¿mi aire no es garboso?
¿No hago el paso con primor?"
Estaba el cerdo presente,
y dijo: "¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín mas excelente
no se ha visto ni verá."
Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:
"Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar:
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar."
Guarde para su regalo
esta sentencia un autor:
si el sabio no aprueba, malo;
si el necio aplaude, peor.

miércoles, 11 de abril de 2012

Cinco Perlas de Sabiduría Escocesa


  1. El dinero no compra la felicidad pero, por alguna razón, es mas cómodo llorar en un Mercedes Benz que hacerlo en una bicicleta.
  2. Perdona a tu enemigo pero recuerda el nombre del bastardo.
  3. Ayuda a un hombre cuando este en problemas y te recordara cuando vuelva a estar en problemas.
  4. Mucha gente esta con vida sólo porque es ilegal darle un tiro,
  5. El alcohol no resuelve ningún problema, pero bueno, la leche tampoco lo hace.

Los Principios del Acecho


 Lo que es llamado acecho, no es nada más (ni nada menos) que el control estratégico de la propia conducta, el acechador más que alejarse del entorno social ordinario, se queda en él, en el centro mismo de la acción y lo utiliza para templar su espíritu y llevarse a sí mismo más allá de los límites de su historia personal, la clave de este proceso es conseguir la “actitud justa”.


Preceptos del Acecho
1. Un acechador toma el mundo como un misterio sin fin.
2. El acechador tratará de descifrar esos misterios a sabiendas que no tiene la más mínima posibilidad de lograrlo.
3. Considera cada batalla de vida o muerte.
4. Cuando sientas que la situación está a punto de rebasarte, descansa, olvídate de ti mismo, sólo entonces las fuerzas que nos guían te mostrarán el camino.
5. No te dejes llevar por la corriente. Cuando se topan con una fuerza superior, los guerreros se retiran por un momento.
6. Los guerreros comprimen el tiempo, cada segundo cuenta.
7. Un acechador jamás deja ver su juego. No se pone al frente de nada.

Las cuatro disposiciones del Acecho
1. No tener compasión. Empieza por el hecho de no tener compasión de uno mismo, y se aplica a todo lo demás. La compasión no es más que una de las variables de la importancia personal. No tiene nada que ver con ser grosero.
2. Ser astuto. Es un tipo de sagacidad más cercana a la intuición que a la inteligencia. No tiene nada que ver con la crueldad.
3. Tener paciencia. No querer terminar nada antes de tiempo. Dar a cada cosa su momento justo. Hay que tener paciencia pero ser muy activo. No tiene nada que ver con la negligencia.
4. Ser simpático. No tomarse demasiado en serio, el poder reírse de sí mismo, le permite al guerrero ser gentil, encantador y al mismo tiempo aniquilador. Nada tiene que ver con ser estúpido.

El Valor de las Cosas

En el antiguo y lejano oriente, un hombre fue en busca del sabio
-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:

-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

-E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

-Bien- asintió el maestro.

Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió.

Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.

Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.

-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.

El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

-¡¿58 monedas?!-exclamó el joven.

--replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…

El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

El "Buen" Pastor

"Hay una historia oriental que habla acerca de un mago muy rico que tenía muchas ovejas. Pero al mismo tiempo este mago era muy malvado. No quería contratar pastores, ni quería levantar una cerca alrededor de la pradera donde pastaban sus ovejas. A consecuencia de esto las ovejas a menudo se perdían en el bosque, caían en cañadas y demás, y sobre todo se escapaban, porque sabían que el mago quería su carne y sus pieles y esto no los gustaba.

Al fin el mago encontró un remedio. Hipnotizó a sus ovejas y les hizo creer primero que nada que eran inmortales y que no se les estaba haciendo ningún daño cuando les quitaban la piel, que, al contrario, sería muy bueno para ellas e incluso placentero; en segundo lugar les hizo creer que el mago era un buen amo que amaba a su rebaño tanto que estaba listo para hacer cualquier cosa en el mundo por él; y en tercer lugar les hizo creer que si algo les fuera a ocurrir no les iba a pasar en ese momento, en cualquier caso no ese día, y por lo tanto no tenían necesidad de pensar acerca de ello. El mago incluso les hizo creer que eran leones, a otros que eran águilas, a otros que eran hombres, y a otros que eran magos.

Y después de esto todas sus preocupaciones acerca de las ovejas llegaron a su fin. Nunca más escaparon sino que tranquilamente esperaban el momento en que el mago requiriera de su carne y su piel".

(G.Gurdjieff)

Fabulilla

-¡Ay! - decía el ratón - El mundo se vuelve cada día más pequeño. Primero era tan ancho que Yo tenia miedo, seguía adelante y me sentía feliz al ver la lejanía, a derecha e izquierda, algunos muros, pero esos largos muros se precipitan tan velozmente los unos contra los otros, que ya estoy en el ultimo cuarto, y allí, en el rincón, está la trampa hacia la cual voy.

-Solo tienes que cambiar la dirección de tu marcha - dijo el gato, y se lo comió.

(Franz Kafka)