¿Nota usted qué diferencia hay entre su propia vida y la vida en
general? ¿Qué quiere decir con el término mi vida, como cuando dice: "Mi
vida fue una vida feliz" o "Mi vida fue una vida desdichada"? ¿Quiere
decir "que las cosas exteriores fueron agradables o no, o que las cosas
interiores, que sus estados de ánimo y sentimientos fueron agradables o
no? Estará de acuerdo conmigo «en que a veces una persona que goza de
una buena situación externa en la vida con suficiente dinero y con buen
ambiente, y sin sufrir desdicha alguna, etc., es desdichada y miserable,
y por otra parte una persona en circunstancias muy diferentes y aun
adversas, es muchas veces todo lo contrario. Examinemos esta situación
más detenidamente. ¿Qué es nuestra vida; esta cosa de la que hablamos
con tanta volubilidad sin darnos cuenta de lo que es en realidad? Cuando
las gentes desean contamos gratuitamente la historia de su vida, ¿a qué
se refieren en realidad? Hablan de eventos, de otra gente, de cosas
externas. Pero nuestra vida consiste de dos cosas distintas, que para
los fines de la observación de sí deben comprenderse.
Nuestra
vida consiste no sólo de eventos, sino de estados. Los estados son
interiores y los eventos exteriores. Los estados son estados de uno
mismo, es decir, estados interiores, tales como las malas disposiciones,
el hábito de preocuparse, los hábitos de temor y superstición,
presentimientos, depresión, por una parte, o, por la otra, estados
mejores, estados de sentirse feliz, estados de gozo y misericordia.
Están en uno —es decir, todos los estados son estados de uno mismo. Los
eventos son exteriores y nos llegan de fuera. Ahora bien, el estado
interior puede corresponder a un evento exterior, o puede ser provocado
por él o no tener relación alguna con él. Pero, ante todo, es preciso
comprender que los estados y los eventos son dos cosas diferentes, antes
de pensar de qué modo se relacionan entre sí. Tomemos, por ejemplo, un
suceso agradable. ¿Acaso su estado interior corresponde a este suceso?
¿Puede decir de supuro que cuando tuvo lugar el evento exterior su
estado interior le correspondía? Sabe que va a suceder algún evento
deseable y lo está esperando. ¿Puede decir que cuando tuvo lugar, su
estado interior lo recibió de un modo feliz? ¿O admite que, aunque el
evento tenga lugar tal como lo esperaba, con frecuencia falta algo? ¿Qué
es lo que falta? Lo que falta es el correspondiente estado interior que
debía combinarse, por así decirlo, con el evento exterior que se
esperaba con tanta impaciencia. Y, como todos ustedes probablemente
saben, por lo general el evento que no se esperaba en absoluto es el que
nos proporciona nuestros mejores momentos.
Ahora expongamos esta
idea: La correspondencia de los estados interiores con los eventos
exteriores. A menos de estar en un estado apropiado no es posible
combinarlo correctamente con el evento feliz. Sin embargo la gente, al
pensar en su vida, se inclina a creer que está constituida sólo de
eventos exteriores y que si cierto número de eventos exteriores de una
clase u otra les hubiera o no sucedido, su vida habría sido desdichada.
Pero la capacidad de una persona para la vida depende de su desarrollo
interior, de la calidad de sus estados interiores. Porque internamente,
en lo que concierne a nuestros estados, está el aparato para vivir, y si
este aparato, por ejemplo, está abrumado por la compasión de sí y las
preocupaciones y otras emociones negativas, no importa cuan deleitables
sean los eventos exteriores, nada puede suceder con propiedad,
simplemente porque el aparato para vivir —es decir, la persona en si—
está en una completa incapacidad de combinarse de un modo afortunado con
tales eventos que, provenientes de la vida exterior, podrían producirle
placer y deleite. Una persona piensa efectuar un viaje al extranjero y
cuando éste tiene lugar, es un evento. Pero puede ser tan mezquina, tan
preocupada por las pequeñas cosas carentes de importancia, etc., que
todo el viaje no es sino un desastre. Y en tal caso el estado interior
del hombre es el culpable. Por eso si nos preguntamos en qué consiste
nuestra vida, no podemos decir que consiste meramente de eventos, pues
consiste en mucho mayor grado de estados. Supongamos que un hombre, cuyo
principal placer es ser pesimista y melancólico, le dice que la vida es
un mal negocio y no merece vivirse, ¿supone acaso que esto se debe a
una falta de eventos apropiados o a los estados interiores del hombre?
¿Puede creer que invitándolo a una alegre fiesta lo hará cambiar? La
enfermedad está en el hombre mismo y todos los días vemos a gentes que
hacen su propia vida y la vida de los otros miserables debido a sus
perversos estados interiores.
Ahora bien, en la observación de sí,
es menester distinguir entre los eventos exteriores y los estados
interiores y observar dónde se está situado, tanto en relación con el
estado interior como con la naturaleza del evento exterior. Los eventos
exteriores son de cualquier clase. La vida exterior no es una suave hoja
de papel sobre la cual nos arrastramos como hormigas. Está llena de
sierras y valles, de buen tiempo y mal tiempo. Esta es la naturaleza de
la vida pero, por regla general, todos los sucesos que consideramos
excepcionales, o al menos desagradables, son la enfermedad, la guerra,
etc. La vida es una serie de diferentes acontecimientos que se suceden,
en mayor o menor escala, y salen al encuentro del hombre, y cada
acontecimiento posee su naturaleza especial. Y los estados interiores
son asimismo de distinta clase. Todo el trabajo personal se refiere a
los estados interiores y ya habrán oído hablar de los estados
equivocados que. es preciso modificar y no identificarse con ellos. Si
ustedes trabajan sobre estos estados equivocados y tratan de apartarse
de ellos, entonces los sucesos desagradables de la vida no los tocarán,
por así decirlo, con tanta facilidad, y no les extraerán su fuerza. Los
eventos son influencias que cambian a cada momento en sus variadas
combinaciones; algunos son mejores que otros, pero en este nivel
inferior del universo donde estamos todos deben aceptarse
conscientemente, aunque algunos de ellos son muy peligrosos y es
menester no identificarse con ellos de ninguna manera. De lo que se
acaba de decir, queda claro que se debe considerar la vida como una
sucesión de estados interiores, y una verdadera historia de nuestra vida
debe ser una historia de esos estados y en especial de nuestras
emociones negativas. Vivir empero en este amplio mundo interno sólo
accesible a cada persona a través de la observación de sí y siempre
invisible a los demás es el peor crimen que se pueda cometer. Por eso
este trabajo empieza con la observación de sí y el descubrimiento de los
estados equivocados en uno mismo y con el trabajo para
contrarrestarlos. De este modo la vida interior se purifica y puesto que
ella atrae nuestra vida exterior, debido al cambio de nuestros estados
interiores, al no alimentar a unos y al alimentar a otros, alteramos
asimismo no sólo nuestra relación con los eventos provenientes del
exterior sino también con la naturaleza de los eventos que nos llegan
día tras día. Sólo de este modo podemos cambiar la naturaleza de los
sucesos que nos ocurren. No podemos cambiarlos directamente, pero
podemos cambiarlos a través de los estados cambiantes, es decir,
empezando a poner orden en la desordenada casa donde vivimos. No son los
sucesos cotidianos los que tienen importancia como haber perdido algo o
que algo le haya ido mal o que alguien lo haya olvidado o le haya
hablado con grosería, sino su reacción a todos ellos, es decir, en qué
estado de sí estaba usted, pues es allí donde radica su verdadera vida y
si sus estados interiores eran apropiados nada en la naturaleza de los
estados exteriores puede dominarlo. Trate pues de distinguir, como
ejercicio para vivir más conscientemente, entre los estados interiores y
los eventos exteriores, y trate de enfrentarse con cualquier suceso
exterior, después de haber observado su naturaleza, con la actitud
interior apropiada, con el estado apropiado. Si no puede, reflexione
luego acerca de ello. En primer lugar, trate de definir la naturaleza
del evento y observe si ese género de evento le sucede a menudo y trate
de examinarlo más claramente en términos tales como "Esto se llama
llegar tarde" o "Esto se llama perder cosas" o "Esto se llama recibir
malas noticias" o "Esto se llama sorpresa desagradable" o "Esto se llama
trabajo duro" o "Esto se llama estar enfermo". Empiece de esta manera
sencilla y pronto verá cuan diferentes son los sucesos personales, y
cómo nuestra vida exterior está cambiando todo el tiempo, y lo que no
podía hacer en cierto momento, lo puede hacer en otro. Porque los
eventos se asemejan al abrir y cerrar de las puertas. Entonces será
capaz de ver, respecto de los pequeños sucesos de la vida cotidiana, qué
eventos fueron parcialmente provocados por usted, y qué eventos son
accidentales, y así sucesivamente. Luego reflexione sobre su estado y en
qué estado se enfrenta usted con algún evento característico y si ese
estado es el instrumento apropiado que es preciso usar, el billete
apropiado que es preciso ofrecer, el método idóneo que es preciso
emplear para ese suceso. Respecto de muchos eventos es menester aprender
a ser pasivo, por ejemplo, no reaccionar en absoluto, no hacer nada.
Mas la pasividad exige una fuerte actividad interior de conciencia, para
impedir que cualquier reacción mecánica tenga lugar cuando el evento,
al entrar como una impresión mecánica, toque la maquinaria puramente
asociativa de la mente y el sentimiento que equivocadamente consideramos
como nosotros mismos.
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